Introduction
diseño.com no lo parece,
diseño.com es un libro de comunicación. De comunicación y diseño, de
comunicación para diseño, de diseño y comunicación, de diseño a
comunicación. Es así: como los autos
son a nafta, los aviones son a alas, el diseño anda a comunicación.
El
diseño no es "lo mismo" que la comunicación. No soy de los que
entienden que la comunicación es una de las funciones del diseño.
Tampoco me encuentro entre quienes sostienen lo contrario, que el diseño
es una de las formas de la comunicación. Diseño y comunicación no son
nociones intercambiables; en todo caso se trata de conceptualizaciones
equivalentes, es decir, tienen problemática, ob¬jeto y vertientes
teóricas comunes.
Muy lejos de resultar ciencias formalizadas, el
diseño y la comunicación pueden ser planteados como campos del
conocimiento social y subjetivo.
Obviamente hay, afortunadamente
también, discursos racionales. Nadie puede, ni debería, construir un
edificio sosteniendo que "sien¬te" que dos mas dos son cuatro. Las
ciencias exactas o ciencias duras son ciencias objetivas. Las ciencias
humanísticas no, son las ciencias de la subjetividad, son las ciencias
del sujeto. En las ciencias sociales en particular, heredamos la
concepción positivista que supone que un saber es científico cuando es
medible y proyectable a partir de la aplicación de reglas lo
suficientemente neutras respecto del objeto. Decidirse por esta opción
implica sostener que la "objetividad" es una disposición de sentido que
supone que solo es científico aquel saber que resulta medible,
cuantificable, sin la "contaminación" del obser¬vador ni del
instrumento. Desde mi punto de vista esta "objetividad" es también una
subjetividad, una manera de ver, de pensar, una de las Como su raíz
etimológica lo indica, de signos se trata el diseño (di signo), signos
son aquello que los seres humanos intercambiamos, ponemos en común, en
comunicación.
El diseño y la comunicación comparten una raíz
subyacente: es-tudian, operan, se desarrollan, con signos. Por eso, creo
que así como cualquier profesor de cualquier materia de las carreras de
Diseño supone, como es lógico, que su materia es la mas importante, es
la que aporta las "verdaderas claves", cualquier profesor de
Comunicación puede afirmar algo más, que diseño y comunicación
compar¬ten el signo.
Del diseño y de la comunicación no hay, ni es
esperable, una teoría acabada. Siendo lo que son, campos del
conocimiento, resistirán el aporte de distintas teorías que construirán,
siempre provisoriamen¬te, una explicación. Solo es esperable, entonces,
una buena y proviso¬ria metáfora de la comunicación con respecto al
diseño.
Hubo, hay, por lo menos tres corrientes que avanzaron en
el senti¬do de una reflexión teórica sobre el diseño. Una, la vertiente
que pien¬sa en términos de teoría instrumental. A partir de allí, el
diseño queda incluido dentro de las "funciones comunicativas" del
hombre. Me re¬fiero a aquellos diseñadores que piensan que una de las
funciones de un diseño es comunicar: comunicar virtudes del producto,
modos de uso, etc. Esta visión supone pensar la comunicación como la
entrega de un paquete que contiene información de un emisor a un
receptor. La legitimidad de un diseño se sostiene en su "función", en la
origina¬lidad o la ocurrencia.
Otra vertiente piensa el diseño
como una de las formas históricas en que se manifiesta otra condición
humana: lo proyectual. El diseño resulta entonces una de las maneras en
que aparece lo proyectual; pre¬cisamente, la que corresponde a la etapa
de la modernidad. Se explica así: el diseño es ligado inmediatamente al
concepto de producto, con¬cepto, por otra parte, que es de una fuerte
subjetividad en toda la mo¬dernidad. El diseño en esta opción es una
estrategia de producto a favor de la apropiación simbólica del mismo;
digámoslo: a favor del consu¬mo. Es más, hay costados críticos más
obtusos aún que al vincular diseño y producto asocian diseño y
capitalismo. Para ellos, el diseño es una concepción "light", una
destreza para enmascarar la alienación a la que nos somete la producción
capitalista.
Una tercera vertiente equivale a la versión
optimista de la anterior. Conductista, la "función" del diseño no es ni
mas ni menos que una estética de la posmodernidad. Perciben que el
objeto ahora, recién ahora, nos seduce y fascina, supone sujetos
demandantes de ese y de otros objetos. Esta versión frívola que parece
desmoronarse al ser
enunciada esta, sin embargo, "vivita" en algunos bares de Buenos Aires. Es una versión fashion con contenido.
Hay
también otras perspectivas. Son aquellas visiones semiológicas que
explican el diseño a partir de los discursos que "lo habitan", así
dicen. En general estructuralista, es una versión más enriquecedora que
la perspectiva funcionalista, ya que permite abordar el diseño como tema
a ser pensado, pero sin dar cuenta del diseño como discursividad.
Yaqui
estamos, el diseño como discursividad es el enfoque de este libro. El
diseño es un discurso, uno más; una situación disenal puede pensarse
como una situación discursiva, y esto puede ser abordado desde la
comunicación, porque diseño y comunicación comparten el signo y
comparten las relaciones que los signos establecen entre si.
De signos tratan la semiología, la semiótica, la comunicación. Con signos trata el diseño.
diseño. corn puede ser planteado entonces como un texto que se dis-tancia del objeto para diseñar diseño.
La
comunicación, antes que una teoría inacabada o una ciencia en especial,
decía, es un campo donde confluyen "ciencias": humanas, sociales, de la
subjetividad, para dar cuenta de distintos fenómenos comunicativos. El
diseño también puede ser pensado como un cam¬po, como un lugar de
articulación y condensación de subjetividades. No propongo entonces la
comunicación, ni tampoco el diseño, como la transferencia de información
de un lugar a otro. "Cualquier objeto comunica", es una propuesta
reduccionista, si solo se piensa, como lo hacen muchos textos, que se
trata de un mensaje de alguien hacia los demás. Tampoco se trata de
pensar el objeto como el resultado relacional y sistémico de una red de
significados y significantes. Vea¬mos entonces de que se trata.
El
modelo ternario es un modo de pensamiento productivo a la hora de
proponer explicaciones de la producción de sentido social. Lo social es
siempre una situación cultural: en esa situación, no se puede pensar en
emisores y receptores neutros o puros sino en ins-tancias de emisión y
de recepción que son condiciones de producción y de reconocimiento. Lo
que circula entre ambas condiciones no son mensajes que "cargan" con una
información sino discursos, es decir, textos situados. Esta teoría
piensa la comunicación en términos de producción de sentido. Como ahora
estamos en el campo de lo social nos encontramos frente a cierta
producción de sentido, que es social. Como dice Eliseo Verón: "Los
objetos que interesan al análisis de los discursos no están dentro del
discurso ni tampoco fuera, en lo que se
llama la
realidad objetiva, están investidos de sentido. [...] Las rela¬ciones de
los discursos con sus condiciones de producción y recono¬cimiento
también se presentan reglados en una gramática de la producción y una
gramática del reconocimiento." Un objeto cualquie¬ra es materia
significante que investida nos produce sentido, esto es, semiosis;
pensado este objeto como objeto cultural, como configuración de signos,
forma parte de la semiosis social. Con ese objeto y con otras materias
significantes, con cierta aplicación de una gramática, de una
tecnología, con cierta intencionalidad estética, podemos "realizar" un
diseño, es decir, un discurso. Un cruce cualquiera de colecciones o de
diseños, una configuración de diseños o, lo que es lo mismo, de
discursos, es un discurso social. El diseño es un discurso. Una moda,
una muestra, un desfile, una colección, cualquier configuración disenal,
son un discurso social.
Es difícil, lo admito, mantener una
opinión critica, lo suficiente¬mente alejada, de nuestras convicciones.
Podría decir que este enfo¬que sobre el diseño es novedoso y punto,
podría dar cuenta de la reflexión final de los cursantes y de sus
discursos que son simplifica¬dos como expresiones exitosas. Tampoco
puedo atribuirme la nove¬dad; autores importantes como Michel Foucault,
Gilles Deleuze, Pierre Bourdieu y mis cerca de nosotros, Eliseo Veron,
de quien tomo una buena parte de sus trabajos sobre semiosis social y
discurso político, han señalado muy bien el carácter discursivo de la
historia, del saber y del poder. Pero si puedo, sostengo, articular esta
perspectiva con la perspectiva disenal.
La primera parte del
texto se ocupa de las definiciones teóricas de comunicación, semiología y
semiótica, imprescindibles para enfren¬tar la segunda parte, que ocupo
en temas tales como posmodernidad, genero sexual, moda, amor, política,
violencia, entre otros. Al pensar estos temas en situación
comunicacional, en su disposición discursi¬va, y a la vez, al enfrentar
el diseño como un discurso, resulta la relación del diseño del objeto en
cada uno de ellos. Esta "inmediatez" aprovechada como cierta
productividad teórica que surge de la relación entre comunicación y
diseño, es, tal vez, el más importante índice de mi pasión por esta
perspectiva que se constituye en mi propósito: que les resulte útil.
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Agradecimientos
Este libro surgió de mis clases teóricas en la materia Comunicación y Crítica.
Agradezco
la colaboración de todos los docentes que con mayor o menor permanencia
y dedicación me acompañaron durante estos afros: Graciela Lozano, Ana
Maria Sella, Gabriela Cicalesse, Susana
Rozen, Luis Cane, Silvina Giachetti, Florencia Molina y Vedia, Barba¬ra Crespo, Hernan Saldivar y Mauro Lo Coco.
También agradezco a mi amigo Eduardo Hojman que ha colabo
rado durante gran parte del afro 2000 en la edición y la ha jerarquiza¬do con su prologo.
1. La semiología
La
vida esta llena de signos. ¿Que quiere decir esto? En principio,
plantear todo fenómeno social como fenómeno cultural, luego, como hecho
comunicativo, por lo tanto, pensar el signo como unidad mínima de
significación. Se trata de "ver signos donde antes no había". De alguna
manera, se trata de complejizar primero y decodificar después las
distintas manifestaciones culturales, en nuestro caso, sobre todo las
del campo del diseño.
Avanzare de un modo no lineal, a veces
apurando una definición para explicar algunos elementos imprescindibles,
volviendo luego a esa definición en otra explicación. Las palabras, las
señales, los ob¬jetos, una foto, un texto, pueden organizarse en
sistemas en los que –prescindiendo de lo contenidos y atendiendo a las
formas en que se expresan– residirá el signo.
Mencione recién dos o
tres cuestiones que es necesario aclarar aho¬ra. Estoy hablando de
signo, sin definirlo, suponiendo, optimista, que junto al lector
encontraremos una definición apropiada. Me refiero a cierta
organización, la cual supone un modelo de sistema que respon¬de
concretamente a un enfoque estructuralista y trato de llamar la atención
sobre las formas de las expresiones, mas Ala del contenido de las
mismas. De todo esto trata una ciencia, que proviene de la lingüística y
la abarca: la semiología.
Primeras definiciones
La
concepción filosófica previa a la semiología suponía un pensa-miento
para el cual el lenguaje oficiaba de medio o instrumento cuya
Existencia dependía de poder, o no, transmitir una significación. De ahí su denominación como teoría instrumental del lenguaje.
La
semiología fue concebida por Ferdinand de Saussure (1857-1913). En su
Curso de lingüística general' publicado en 1916 a partir de las notas de
sus alumnos, dice textualmente:
Se puede concebir una ciencia que
estudie la vida de los signos en el seno de la vida social. Tal ciencia
seria parte de una psicología so¬cial. [...] Nosotros la llamaremos
Semiología. Del griego semeion = sig¬no. Ella nos ensenara en que
consisten los signos y cuales son las leyes que los gobiernan. [...] La
lingüística no es más que una parte de esta ciencia general. Las leyes
que la Semiología descubra serán aplicables a la lingüística...
Surgen
alumnos comentarios del párrafo anterior. Es evidente la intención de
Saussure de dar estatuto científico a la semiología. Mas and de la
discusión entre ciencias sociales subjetivas y ciencias exac-tas
objetivas, interesa notar el interés de Saussure por establecer una
teoría de los signos como una disciplina formal explicativa que alcan-za
otros saberes vecinos y anticipatorios como la lingüística. De ahí su
propósito de "descubrir leyes que gobiernen los signos". Otro as-pecto
interesante es la referencia a la vida social. Esta dimensión vi-tal de
la semiología es una perspectiva humanística de "su ciencia", que no se
detiene en lo formal y descriptivo. La interpelación a la realidad
social a través de sus signos es una experiencia que permite decir algo
mas que lo explicito y manifiesto. La practica semiológica permite
incluso "ver" signos donde antes "no había". Esta debe ser la lectura
apropiada en la inclusión de la semiología dentro de una psicología
social. Con ese propósito conviene pensar en cier¬ta noción de
psicología de la época, en la que los estudios sobre la mente no estaban
aun desligados de la neurología, la medicina y el organicismo, y evitar
pensar la semiología dentro de los estudios de lo inconsciente.
Saussure,
moderno, quiebra para siempre la visión nominalista de la palabra.
Sostiene que "el signo lingüístico no es una Cosa y un nom¬bre sino un
concepto y una imagen acústica".
1. Saussure, Ferdinand de (1980): Curso de linguistica general, Madrid, Akal.
SIGNO
El
signo es, en la definición de Saussure, una entidad binaria, de dos
caras. Por un lado la imagen acústica, que es la representación material
que nos da testimonio sensorial. Es material justamente en ese sentido,
el sensorial. El carácter físico de las imágenes acústicas aparece
cuando observamos lo que nos ocurre al recitar mentalmen¬te un poema. El
concepto, por otra parte, esta ligado al aspecto más abstracto del
signo, es del piano del contenido, de la idea. Concepto e imagen
acústica son dos nociones interligadas que se implican y se opo¬nen.
Saussure decidió denominar signo a la relación bifacial entre ambas,
significado al concepto y significante a la imagen acústica. En-tonces
el signo queda definido como:
SIGNIFICADO
SIGNO
SIGNIFICANTE
Tenemos
ahora una primera definición de signo, la definición fun-dante de la
semiología, a la que volveré y aludiré unas cuantas veces a lo largo del
texto. Para profundizar sobre ella, decía, no conviene un desarrollo
lineal.
Lengua y habla. Lenguaje
Hasta
el aporte de Saussure, y aun hoy en la divulgación general, los
conceptos de lengua y lenguaje se confunden. Se designa, a veces, a la
lengua, a veces al lenguaje, mediante una de las acepciones del
diccionario asociadas a una nomenclatura, es decir, como un reper-torio o
un glosario de palabras que se usan para nombrar cosas. También se los
vincula a las nociones de idioma o vocabulario. Estas interpretaciones
nada dicen acerca de la naturaleza vocal y psíquica del lenguaje.
Uno
pronuncia una palabra, cualquiera. Como objeto lingüístico tenemos un
sonido y alguna idea. Las silabas, objeto de estudio de la gramática, se
expresan en fonemas, es decir, las silabas son impresio-nes acústicas
producidas por los Órganos vocales y percibidas con el oído. Pero el
sonido por si mismo no se constituye en lenguaje hasta
- que se une con la idea en una unidad compleja; formada, como vi¬mos, por el significado y el significante.
-
Este signo se articula con otros constituyéndose y construyéndose en el
lenguaje. El lenguaje es una construcción cultural. Lo natural en los
seres humanos no es el lenguaje sino la facultad de constituir una
lengua, es decir, un conjunto de signos que corresponden a ideas
distintas.
- La primera preocupación en el pensamiento de Saussure
es dife¬renciar lenguaje y lengua. A la lengua le asigna "el primer
lugar en los hechos del lenguaje" al que considera una "totalidad". No
hay que pensar esa totalidad como sumatoria o repertorio de signos y
mu¬cho menos de palabras. Es una "totalidad" pensada por un criterio
negativista (como veremos en la sección "valor"). Para Saussure la
definición de lengua es indisociable del habla, caracterizada como una
practica "capaz de depositar los tesoros de la lengua en los suje¬tos
pertenecientes a una misma comunidad".
- La lengua es la norma, el
sistema de la construcción cultural, un conjunto de convenciones y un
producto social. Conjunto de convenciones, es decir, institución social;
por lo tanto no es en absoluto un acto, es la parte social del
lenguaje. Ningún indivi¬duo puede por si solo ni crear ni modificar la
lengua, puesto que esta es un acto colectivo. Este producto social es
autónomo; como un juego dotado de sus propias reglas, solo se puede usar
o apro¬vechar a partir de cierto aprendizaje. El hecho de que la lengua
sea una institución reglada es lo que le permite resistir las
modi¬ficaciones de un individuo aislado y la hace, por lo tanto, social.
Entre todos los individuos ligados por una lengua se produce una
especie de "media". Dentro de una lengua todos constituimos
"aproximadamente" los mismos signos ligados a "aproximadamen¬te" los
mismos conceptos. En la lengua no hay más que diferen¬cias; un sistema
lingüístico es una serie de diferentes sonidos combinados con una serie
de ideas diferenciales. La lengua no es de ninguna manera un diccionario
de unidades de significación, no es un repertorio, ni un glosario, no
se habla por sumatoria de unidades. Muchas veces solo entendemos una
frase al escuchar la ultima letra de la ultima palabra, es decir que el
efecto de significación se produce solamente en ciertos momentos del
discurso y retro actúa sobre lo anterior; incluso hay idiomas en los que
se usan puntos para señalar vocales. Los sistemas de clasificación son
cultu¬rales. Para nosotros "perro", dicho en diferentes tonos de voz
signi¬fica, como animal, lo mismo; eso no ocurre en el idioma chino, por
ejemplo.
-
El habla, por otra parte, es un acto
individual de voluntad e inteli-gencia, de selección y de actualización.
Es, si se quiere, la puesta en acto, en escena, de los signos que
pertenecen a una lengua. En el había el aspecto combinatorio es
fundamental porque se actualiza a través del retorno de signos
idénticos, ya que si todo signo se convierte en un ele¬mento de la
lengua es porque se repite en distintos discursos.
- No hay habla
sin lengua ni lengua sin habla. Cronológicamente los hechos de habla
preceden a los hechos de lengua. Es el habla quien hace evolucionar la
lengua y a su vez la lengua es el producto y el ins¬trumento del habla.
Por lo tanto, es inútil pensar en una lingüística del habla. Cada
palabra en cuanto se capta como elemento comuni¬cativo es, ya, lengua.
Entonces, separar lengua y habla nunca puede ser una operación
preliminar sino, al contrario, la esencia de la investigación
semiológica. Separar lengua y habla es comenzar a estable¬cer el proceso
de sentido.
-
-
- LENGUAJE = LENGUA y HABLA
- social individual
- histórica actual
-
-
-
El lenguaje no es un acto individual ni un hecho natural. La len¬gua,
decíamos, es un sistema de signos que expresan ideas; por lo tanto,
podemos pensar en una disciplina formal que estudie la "vida" de esos
signos dentro de la vida social: la semiología.
- Afirmar, como
hice, que el lenguaje es cultural, es casi tautológico. No hay otra
manera de concebir lo social que no sea a través del lenguaje. El
lenguaje esta per se en lo humano. Nacemos huma¬nos inscriptos en el
lenguaje. Esta definición de lenguaje no se re¬fiere a los dispositivos,
mas o menos refinados, de información a través de códigos (antes separe
la definición semiológica de lengua¬je de las acepciones cotidianas de
nomenclatura, idioma, etc.). También' se había del lenguaje en ciertas
especies animales, si no todas, según grado, aludiendo a algunos modos
informacionales que cons¬tituyen verdaderas configuraciones de
organización conductual. En esos ejemplos, que abundan, del lenguaje de
las abejas, nadie imagi¬na a la exploradora emitiendo una señal en mitad
del recorrido dan¬do a entender que no era ese el lugar donde debían
ir, que la exploración del dia había sido inútil, que les había hecho un
chiste. El lenguaje humano nada tiene que ver con estos curiosos e
intere¬santes conjuntos de señales. Mediate el language los seres
humanos
designamos las cosas, independientemente de su
existencia. Más min, las cosas existen en el lenguaje. A través del
lenguaje aludimos acerta¬da o equivocadamente a distintos conceptos.
Esto es así porque en comunicación lo que ponemos en común, lo que
intercambiamos, no son palabras, no son cosas: son signos. Entonces un
significado puede alu¬dir a un significante o a otro y viceversa; como
dice Freud, "las palabras no son muy seguras". El chiste, el acto
fallido, la poesía, la ilusión, los deseos, son posibles entre humanos
justamente porque la relación del significado con el significante es
arbitraria.
Principios o propiedades del signo
Quedan aquí, clasificadas, las cuatro propiedades generales del signo:
1. Lo arbitrario del signo:
La
barra que separa al significado y al significante es en realidad una
barra de unión, solo que esta unión es arbitraria. Es una barra que
"une" y "separa" el significado y el significante. No hay ninguna
relación natural o motivada que indique correspondencia entre un
significado y su significante o viceversa. No hay nada de una casa en el
signo casa, ninguna propiedad de una camisa en el signo camisa y así
siempre.
Por supuesto, esta arbitrariedad no es obvia en la
apreciación de ciertos signos; algunas normas de cortesía se han
naturalizado hasta el grado de no parecer estrictamente lo que son:
convenciones regla-das. También ciertos signos pierden un poco su
carácter arbitrario; es el caso de las exclamaciones y las onomatopeyas
en las que encontra-mos una relación fuerte de causalidad entre su
concepto y su signifi-cante. Por ejemplo pensando en situaciones de
sorpresa o de susto, de risa o de dolor y en los signos que les
corresponden, encontramos un grado de naturalidad notable; hasta nos
parece imposible que otros signos pudieran reemplazarlos.
2. El carácter lineal del significante:
El
significante por su naturaleza auditiva se desarrolla en el tiem¬po y
tiene por lo tanto características en común con el. El significante
representa una extensión y esa extensión se desenvuelve en una sola
dimensión: una línea. Los elementos del significante se van
desenvol¬viendo uno tras otro en cadena. Es imposible expresar un
significante cuyas partes se superpongan total o parcialmente.
3 y 4. La inmutabilidad y la mutabilidad del signo:
Estas dos propiedades son enunciadas juntas por que son distintas pero solidarias entre si, hacen juego.
Con
respecto a la inmutabilidad podemos decir que si bien es cier¬to que,
en relación con el concepto, el significante aparece como li-bremente
elegido, con relación a la comunidad que lo emplea no aparece como libre
sino impuesto. En palabras de Saussure: Se dice a la lengua: ¡Elige! ,
pero se añade: "Sera ese signo y no otro".
Ya no es cuestión de
que un individuo solo, aislado, sea incapaz de modificar un signo. La
misma masa hablante no puede ejercer su ple-na soberanía sobre una sola
palabra, sino que esta ligada a la lengua, puesto que la lengua es
siempre, en cualquier época, heredada de un tiempo precedente.
También
es cierto que en el desarrollo del tiempo hay signos que aparecen
referidos a nuevos conceptos o reemplazando conceptos existentes, es
decir que hay cierta mutabilidad del signo. Mutabilidad e inmutabilidad
son posibles porque son conceptos solidarios. El sig¬no esta en
condiciones de modificarse porque se continúa. La inmutabilidad es solo
mas evidente que la mutabilidad; las situacio¬nes en las que el signo
muta, por contemporáneas y cercanas, hacen que la mutabilidad no resulte
tan obvia.
Valor
Me gusta
llamar al valor la quinta propiedad; pero no lo es en un sentido
estricto. Valor es quizás el nudo del pensamiento saussureano.
Decíamos
que el significado y el significante se "unen" y esa unión esta
simbolizada por la barra que los "separa". A esa unión la llamare-mos
significación. Pero no existe ningún signo aislado, así como no existe
una sola palabra aislada; los signos están relacionados entre si en un
sistema. Puesto que la lengua es un sistema en el que sus términos son
solidarios, donde el valor de cada uno resulta de la presencia
simultanea de los otros, definiremos positivamente al signo por lo que
es en función de su significación y negativamente por todo lo que no es
en función de su valor. Se ha difundido una definición con formato de
eslogan que sostiene que "el valor de un signo es ser lo que los otros
no son".
Significación
El valor se encuentra regido por un principio paradójico:
a)
Por una cosa no semejante susceptible de ser cambiada por otra cuyo
valor es a determinar. Ejemplo: Un billete de $ 50 por un jean.
b)
Por cosas similares que se pueden comparar con aquella cuyo valor esta
en cuestión. Ejemplo: Un billete de $ 50 por 5 billetes de $ 10.
Evitando
la precisa noción gramatical de sinónimo, podemos afir¬mar que en el
interior de una lengua todas las palabras que expresan "ideas vecinas"
se limitan recíprocamente. Por ejemplo recelar, temer, susto, tienen un
significado definido positivamente en cada caso, pero, además, cada una
tiene valor propio por su oposición al resto; es más, y esto es muy
importante: si uno de ellos no existiera todo su contenido caería en los
otros. Por la reciproca se puede afirmar que los signos de nuestro
capital lingüístico contienen los signos que desconocemos.
Paradigma y sintagma
Las
relaciones y diferencias entre términos se establecen según dos formas
de nuestra actividad mental. Las palabras se alinean, se enca¬denan unas
tras otras en distintas combinaciones regladas por la len¬gua.
Denominaremos sintagmáticas o del orden del sintagma a estas
asociaciones que se basan en la extensión. El sintagma se compone
entonces de, por lo menos, dos unidades asociadas.
Por ejemplo:
"diseno.com"
"No es lo mismo ser profundo que haberse venido abajo" (Maria Elena Walsh).
"Lo que es moda no incomoda" (popular).
Situado
en un sintagma, un término adquiere su valor solo porque se opone al
que lo precede o al que lo sucede y así sucesivamente. Por otra parte,
las palabras que tienen "algo" en común se asocian en nues¬tra memoria y
se forman grupos de relaciones diversas; pueden rela¬cionarse por su
sonido, por su concepto, por su campo temático como ciencia, ideología,
etc. Definiremos estas relaciones como del orden del paradigma.
Por ejemplo:
casa - choza - cueva - carpa - hogar casa - tasa - masa - pasa
Sintagmas
casa esta en orden tasa
masa esta en orden
pasa
Paradigma Paradigma
Cabe
notar que todos los términos de un sintagma están presen¬tes; por lo
tanto se dice que actúa in praesentia. Mientras que todos los términos
de un paradigma están ausentes, es decir, in absentia. Para¬digma y
sintagma son los dos ejes del lenguaje. Ese sistema que es la lengua
puede ahora ser planteado como un entramado de ejes, de paradigmas y
sintagmas.
Esta noción es fácilmente trasladable a la
configuración disenal. Los elementos de un objeto complejo, esto es, sus
signos, se encuen¬tran presentes en una relación sintagmática y cada
uno de ellos res¬ponde a un paradigma cuyos términos están ausentes. Una
vestimenta general, un atuendo, es una relación sintagmática for¬mada,
por ejemplo, por un pantalón, una camisa, medias, zapatos, etc. Cada
prenda pertenece, respectivamente, a su paradigma. Una camisa pertenece
al paradigma de las camisas; una zapatilla al del calzado.
Denotación y connotación
El
signo es la relación entre un significado y un significante. También
cada significante puede remitirnos a una multiplicidad de signifi¬cados y
un mismo significado puede compartir dos o más significantes en un
piano implícito o latente. Al primer caso, mas objetivo, lo lla¬maremos
denotación y al segundo, mas subjetivo, connotación. Así, un saco denota
ser una prenda con botones, solapas y bolsillos que se utiliza en el
torso, y puede connotar prestigio, formalidad, excentrici¬dad, entre
otras cosas. Todos los discursos están fuertemente conno¬tados y es por
medio de este piano, el de la connotación, que nos gustan o los
rechazamos, opinamos sobre ellos, etc. Conviene notar que si bien en
ciertos textos se denominan la denotación y connotación como lenguajes
primarios y secundarios respectivamente, la connotación no es secundaria
en nuestra percepción. Por ejemplo, en la publicidad, percibimos
originalmente el mensaje en el piano connotativo y el contenido denotado
requiere de nosotros un acto racional, casi siempre posterior. Tampoco
podemos afirmar que la connotación sea primaria por este hecho. Mas
ajustado seria sostener que la primariedad y secundariedad de la
denotación y la connotación no son tales. Los signos se comparten e
intercambian sin esta consideración. Denotación y connotación no son
otra cosa que una mane¬ra de entender heredada del positivismo como una
clasificación binaria de lo objetivo y lo subjetivo. Clasificación que
el significante, casi siempre objetivo, resiste; y el significado,
muchas veces subjetivo, rebasa.
Semiología y diseño
Siempre
es irresponsable señalar a un autor como el fundacional de una
epistemología. Por lo tanto, no podemos decir que Saussure, por si solo,
dio origen al estructuralismo. Pero si debemos destacar que la noción
de valor (que introduce una manera de categorización negativista), la
conceptualización binaria relacional no contenidista, el modelo de
lengua como sistema, el carácter arbitrario que vincula el significado
con el significante y el carácter lineal de este ultimo echan las bases
para una manera de pensar que se distingue esencial¬mente del
positivismo y provee los cimientos del estructuralismo tal cual lo
entendemos hoy.
Todas sus definiciones están constituidas por pares conceptuales –como significado y significante, lengua y habla, paradigma y
30
sintagma–
que de ningún modo pueden ser pensados en una lógica causal: el
significante no es el efecto del significado, ni viceversa. Son pares
binarios opositivos. Saussure quiebra para siempre el sentido
nominalista de la palabra y fija de una vez el sentido representacional
del signo en la noción de significante.
Nos viene a decir que no
es la correspondencia de significados y la de significantes la matriz de
la comunicación y que nos entendemos con significantes imprecisos
vinculados a significados implícitos. Aque-110 que se "pone en común" no
son significados ni significantes en si, sino, he aquí lo importante,
la relación que los vincula. Es la relación entre el significado y el
significante del hablante lo que se pone en común con la relación del
significado y el significante del oyente. La semiología es una ciencia
relacional.
A esta altura es posible una primera interpelación al
diseño ubi-cando el objeto como, al menos, un signo complejo. Un signo
con dos zonal distinguibles, dos pianos distintos que se vinculan entre
si. El piano conceptual, del contenido, de la idea, por un lado; el
piano material, de la expresión material, por el otro. Asistimos a
diseños en los que la idea no aparece, podría ser otra, diseños que en
la jerga se los denomina "sin concepto". Se trata justamente de aquellos
diseños en los que se ha intentado transmitir un concepto sin reparar
que lo "transmisible" no es un significado separado de la materialidad
disenal sino una relación. Un diseño es comunicable cuando su signo es
relacional. La tradición funcionalista separa contenidos de expresio¬nes
y, presa de ese reduccionismo, no tiene otra solución que dar al
concepto o significado de un diseño la cualidad de un atributo. Así, el
diseñador elige, con mayor o menor fortuna, significantes por se¬parado
que poco y nada expresan y luego argumenta con significa¬dos, por
separado, que poco y nada explican. La simplificación funcionalista de
un modo de pensar estructuralista lleva a diseños que solo se entienden
cuando resultan obvios, esto es, cuando la connotación es vulgar y
cotidiana. Un diseño que solo puede ser valorado como remedo ingenioso
del estándar.
2. La semiótica
El
empleo moderno del término semiótica fue introducido por Charles
Sanders Peirce. Se trata de una doctrina formal, desde la lógica, sobre
las condiciones que debe cumplir un discurso para tener sentido. "La
lógica es, según creo, otra manera de designar a la semiótica, en cuanto
doctrina formal de los signos." 1
Charles Sanders Peirce nació el
10 de septiembre de 1839, en Cambridge, en el seno de una familia de
matemáticos. Su padre, Benjamín, enseñó en Harvard durante cincuenta
anos: matemáticas, física y astronomía. Su hijo, James Mills, hermano
mayor de Charles Sanders, enseno a su vez matemáticas durante cuarenta
anos y heredó la cátedra del padre. Peirce obtuvo la licenciatura en
Matemáticas en Harvard a la edad de 20 anos, la maestría tres anos
después, y un ano mas tarde la primera licenciatura en Química otorgada
por esa Universidad. La precocidad de Peirce se manifiesta también en
sus lec¬turas. A los 13 anos lee la Lógica de Whately, algunos años mas
tarde estudia las Cartas sobre la educación estética del hombre de
Schiller y dedi¬ca luego dos horas por dia, durante tres anos, a la
lectura de la Critica de la razón Pura de Kant, hasta saberla de
memoria, según el.
Esta reseña biográfica y familiar tiene como
propósito situar la producción teórica de Peirce. Durante toda su vida,
tuvo tres grandes te¬mas de reflexión: la lógica, la naturaleza del
sentimiento y el problema de las categorías kantianas. A estos temas
aplicara el método analítico de los matemáticos y también el método
analítico de los hombres de laboratorio. La primera frase del libro que
Benjamín Peirce, su padre,
1. Peirce, Charles Sanders (1986): La ciencia de la semiotica, Buenos Aires, Nueva
Visión.
publico
sobre Algebra lógica asociativa delinea las matemáticas como "la
ciencia de las conclusiones necesarias". Charles Sanders heredara esta
definición y la extenderse a la lógica y luego a la semiótica. La
matemática y la química son un modelo de pensamiento formal. Influyen
decisivamente en el pensamiento de Charles Sanders Peirce, pero esta
influencia no debe ser considerada como una suerte de mate¬matizacion al
modo de las operaciones algebraicas u operaciones químicas, sino como
el modelo de pensamiento que esas ciencias procuran.
Peirce, coma
Descartes, estas a la búsqueda de la certeza. La solu¬ción cartesiana no
satisface plenamente a Peirce, quiere saber algo más: en que se
reconoce que una idea es "clara y distinta".
"Si las creencias
ponen termino a la misma duda creando la mis-ma regla de acción, simples
diferencias en el modo de percibir no bastan para convertirlas en
creencias diferentes, come tampoco tocar una melodía con diferentes
teclas es tocar melodías diferentes. ‘‘‘
De allí se desprende la
regla que se debe seguir para hacer claras las ideas: "Los efectos
practicas que consideramos pueden ser produci¬dos por el objeto de
nuestra concepción. La concepción de todos es¬tos efectos es la
concepción del objeto".'
Esto último es lo que se ha llamado el
principio del pragmatismo. Este principio no solo permite verificar si
una misma palabra tiene dos sig¬nificaciones diferentes, o si dos
palabras que tienen las mismas conse¬cuencias prácticas tienen una sola
significación; también permite precisar la significación de un objeto.
Volveré sober esta.
Deduction, inducción, abducción
Peirce
sostiene que el hombre actual porque "tres" en la eficacia de su
acción. Esta "creencia" no tiene el sentido de una "fe religiosa" sine
el de un "habito mental" que determina nuestras acciones.
"Lo que
nos lleva a extraer de premisas dadas una consecuencia y no otra es
cierto habito mental. Lo que estas primero no es la verdad, sine el
habito, creencia o certeza, que puede ser falsa, porque busca-mos una
creencia que pensamos verdadera y, desde luego, pensamos que cada una de
nuestras creencias es verdadera."
2. Ídem.
3. Ídem.
4. Ídem.
Siguiendo
a Descartes, a la creencia opone la duda, "estado de in-comodidad y
descontento del que uno se esfuerza en salir para alcan-zar el estado de
creencia". Producir esto, la duda, es lo propio del método científico.
Por so Peirce emplea la palabra "búsqueda". La búsqueda es el refuerzo
de un hábito mental.
En otoño de 1913 Peirce explicaba que uno de
los dos objetivos de la lógica debería ser extraer, todo lo esperable y
posible, una uberty, término del inglés antiguo que el define come
"capacidad fructífera" o "valor de productividad" de los tres modos
canónicos de razonamien-to: deducción, inducción y abducción.
"La
deducción depende de nuestra confianza en la habilidad de analizar el
significado de los signos por los que o por medio de los que pen-samos.
La inducción depende de nuestra confianza en que el curse de nuestra
experimentación se modifique o cese sin ninguna indicación previa. La
abducción depende de nuestra esperanza en "adivinar" las condiciones
bajo las cuales aparecerá el fenómeno.
Los principios
fundamentales de la ciencia son, como se sabe, la deducción y la
inducción. La deducción es del orden del pensamien¬to analógico y la
inducción es del orden del pensamiento inferencial. Si en la ciencia
solo se establecieran analogías e inferencias su deve¬nir implicaría un
aumento de la complejidad pero nunca un progre¬so. Para bien o para mal,
nos guste o no, la ciencia avanza. Es cierto que esos avances se
producen en determinado memento histórico. Nadie podía pensar, ni mucho
menos explicar, la teoría de la relatividad en el Renacimiento. En este
sentido las hipótesis toman casi la forma de profecía auto cumplido.
Pero ese aspecto, cierto, es parcial e injus¬to. Una hipótesis se
desarrolla por analogías e inferencias, pero, en si misma, plantea una
novedad que luego seguramente será superada, o no, por otra hipótesis,
otra novedad. La ciencia no solamente avan¬za según la versión clásica
del determinismo histórico. También me-diante la imaginación.
La
abducción es "argumento originario", pues es el que origina una idea
nueva, meramente preparatoria. Es resumida por Peirce bajo la noción de
"instinto de adivinar". Ese "instinto de adivinar" puede ser planteado
come una "intuición teórica", un pensamiento original que implica un
salto cualitativo, algo que aúm no ha sido dicho ni explica¬do: el
aspecto creativo y también proyectual del pensamiento científico. De ahí
la potencia que otorga la semiótica hacia una formalización teórica del
diseño.
5. Deladalle, Gerard (1996): Leer a Peirce hoy, Barcelona, Gedisa.
Pensamiento tríadico
Planteaba
en el capitulo anterior un modelo de pensamiento bi¬nario, diádico,
aclarando que este binarismo no era del tipo causa-efec¬to, sino que se
trataba de un binarismo apositivo. El pensamiento tríadico no agrega un
tercer elemento. Es una concepción en si mis¬ma, que se basa en una
especificación: la triada.
Una triada es la unión de tres cosas en
una, o lo que es equivalen¬te, la unión de dos cosas en una tercera,
distinta de las dos primeras. Imagino que esto parece un trabalenguas,
pero avanzando y ejem¬plificando despejaremos la confusión.
El
pensamiento tríadico implica, siempre, la relación entre un Pri¬mero,
que es del orden de una cualidad sensible —Peirce lo denomina feeling en
el sentido de sensación o percepción—; este Primero se vincu¬la con un
Segundo, que es del orden de lo objetual o referencial; de tal modo que
esta relación determina siempre a un Tercero, que es del orden de las
reglas, de la ley, de las ideas.
Esta relación, tríadica es, por
definición, inseparable. Siempre son tres términos que no pueden ser
tomados de a uno o de a pares. Y algo mas, la relación tríadica no es
cardinal sino ordinal: implica un orden. Una relación tríadica es un
Primero, que se vincula a un Segun¬do, determinando a un Tercero.
El fanerón
Faneron
es sinónimo de fenómeno, aquello que se presenta a nues¬tra mente, aquí
y ahora, trátese de algo real o no. Pueden identificar¬se sin excepción
los términos fanerón y fenómeno, tomando a este último en su sentido
más común: el contenido de toda conciencia. En su manuscrito 908, Peirce
escribe:
Propongo utilizar la palabra Faneron como un
nombre propio para denotar el contenido total de una conciencia [...] la
suma de todo lo que tenemos en la mente, de cualquier manera que sea,
sin mirar su valor cognitivo. Esto es bastante vago: pero es voluntario,
solo subra¬yare que no limito la referencia a un estado de conciencia
instantáneo; puesto que la clausula "de cualquier manera que sea" abarca
la memoria y toda cognición habitual.
En ese mismo
manuscrito, Peirce da el siguiente ejemplo surgido de comentarios que
prefiguran lo que será el análisis del fanerón:
Así,
una vaca considerada distraídamente puede eventualmente ser un elemento
del fanerón, pero lo sea o no, lo que es seguro es que puede analizarse
lógicamente en numerosas partes de géneros dife¬rentes que no están allí
como constituyentes del fanerón, ya que no estaban en la mente de la
misma manera que la vaca, ni de ninguna de las maneras de las que se
podría hablar de la vaca —como aparien¬cia en el fanerón—, que esta
formada en sus partes [...], las divisiones mas importantes son
divisiones según la forma y no según las cualida¬des de la materia...
¿Qué
quiere decir Peirce con este ejemplo? Simplemente que lo que un
análisis corriente llamaría partes de la vaca (la cabeza, el cuer¬po,
los miembros, la cola, etcétera) no es pertinente para un análisis
lógico del fenómeno. Por ejemplo: una cabeza de vaca, desde el mo¬mento
en que se presenta a la mente como totalidad colectiva que ocupa la
totalidad de la conciencia, es digna de tener su propio análisis. Este
análisis, a su vez, no podría ser un análisis de orejas, ojos, ho¬cico,
etc. Lo que importa en el análisis del fanerón "vaca", son las formas de
relación que constituyen la vaca a partir del conjunto de sensaciones
que su percepción produce. Considero indispensable de¬morarnos en el
ultimo párrafo: "conjunto de relaciones que su sensación produce". El
"conjunto de sensaciones" es asimilable al concepto de "calidad de
sentimiento" (qualities of feeling). Esas formas de relación son de una
extrema complejidad, aun en este caso prosaico. Por ejemplo, se trata de
la position relativa de los ojos respecto del hoci¬co, de las orejas
respecto del cráneo, y así sucesivamente. Entonces la forma del fanerón
"vaca" aparece como una configuración compleja de tales sensaciones. En
este caso preciso, esta combinación es de na¬turaleza topológica y
descriptible mediante una red de relaciones formales que por si sola
puede constituir el objeto de una descripción, por lo tanto, de un
saber, puesto que las sensaciones "básicas" solo pueden experimentarse,
nada más. El análisis faneroscopico será el de la constitución formal de
esa totalidad colectiva que constituye el fanerón; en ningún caso será
una enumeración de partes puestas a comparar. No se analiza lógicamente
un reloj o un televisor exponien¬do las piezas que lo constituyen sino
buscando el esquema de su mon¬taje. Eso hace el análisis faneroscopico.
La Faneroscopia
La faneroscopia es el estudio del fanerón en el sentido en que puede descomponerse en tres categorías de fanerones elementales
que permiten recomponerlo mediante una combinatoria apropiada.
Creo que es obvio que estamos hablando de una triada.
Proceder
a la faneroscopia de un fanerón cualquiera es descom-poner a ese
fanerón en fanerones elementales, es decir primero en cualidades
consideradas bajo su aspecto monádico; luego, en exis-tentes o en hechos
considerados bajo su aspecto diádico; y, por ulti-mo, en leyes o
conceptos que gobiernan esos hechos considerados bajo este aspecto
tríadico. Estos elementos, ahora recombinados, permiten reconstruir el
fanerón original sacando a la luz su constitución interna.
La
analogía con el análisis químico es evidente (y reivindicado por
Peirce): los elementos del fanerón se recombinan del mismo modo que los
átomos en su molécula, uniendo sus "valencias libres". Señalo nuevamente
que esta analogía es puramente formal, es decir que pro¬viene de una
homología de las formas en uno y otro caso, y no consti¬tuye su
justificación ni su principio rector.
Ahora estamos en condiciones de vincular los conceptos de fanerón, faneroscopia y semiotica.
De la faneroscopia a la semiótica
La
combinación de la faneroscopia y de la definición tríadica del signo
produce las taxonomías fundamentales de la semiótica peirceana.
Se define el fenómeno semiótica como la cooperación de tres ins-tancias.
• Un Primero: el representamen, en cuanto percibido esta presen¬te en los sentidos, por ende, en la mente.
•
Un Segundo: el objeto del signo, que se conecta al represen-tamen de
tal manera que esta presente en la mente al percibirse el signo.
•
Un Tercero: el interpretante considerado en su particularidad, aquí y
ahora. Es decir, en tanto determinación de la mente del interprete,
puede estar objetivado por esa misma mente (la mente tiene la facultad
de estar "presente ante si misma").
Vemos que no se
trata de estudiar un fenómeno "común" sino la "tricoexistencia" (el
termino es de Peirce) de tres fenómenos. Ahora bien, cada uno de ellos
es digno de una faneroscopia, es decir, de un análisis en términos de
pertenencia a una de las tres categorías. De esto se desprende que todas
las posibilidades teóricas de descripción
de los
fenómenos semióticos resultan de las posibilidades de combi¬nar los
elementos de cada uno de los tres fanerones, teniendo en cuen¬ta, a la
vez, determinaciones constitutivas de la triada.
Definiciones de signo
Primera definición: un signo es algo que se encuentra para alguien en lugar de algo, según cierta relación o capacidad.
Parece
una "definición fácil" porque, derivada de la lógica, resulta "lógico"
que un signo es un Primero que se encuentra en lugar de un Segundo según
cierta relación con un Tercero. Mas poético y explica¬tivo es decir que
el signo este siempre en lugar de una ausencia
Así, podemos pasar, a la segunda definición, la "difícil".
Segunda
definición: un signo o representamen es un Primero, que mantiene con un
Segundo, llamado su objeto, una relación tan ver¬daderamente tríadica,
que es capaz de determinar a un Tercero, llamado su interpretante, para
que este asuma la misma relación tríadica con relación al objeto que
entre si mantienen el objeto y el representamen.
La
originalidad del concepto peirciano es la definición de signo
inseparable del concepto de semiosis. Semio, como siempre, significa
signo y el sufijo sis se refiere a aquello que es del orden de un
proce¬so, de una actividad, de una acción. Semiosis, por lo tanto, es
producción de sentido. Con la misma consideración, Peirce también
denomina a la semiosis signo acción.
Por semiosis
debemos entender una relación entre tres términos de tal manera que en
ningún momento esta relación, tríadica, puede resolverse en forma
bilateral, de a dos –diádica–, y mucho menos pue¬de ser resuelta en
forma unilateral, por un solo termino –monódica–.
Optar por el
triangulo, el modelo mas difundido de representación, tiene riesgos. La
semiosis es un proceso entre tres términos, por eso Peirce prefería este
otro modelo para su definición.
I
0 R
Sospechaba
que el triangulo podía llevar a resumir o, mejor dicho, a fraccionar,
la operación de sentido en relaciones diádicas. Prefería la semiosis
pensada como un punto central entre el representamen, el objeto y el
interpretante, porque aspiraba a no confundir la semiosis en una
epistemología pragmática. Su esfuerzo teórico lo conduce a diferenciarse
del pensamiento pragmático y a definirse como pragmaticista.
El
signo o representamen es una cualidad que se aplica de un modo
demostrativo y que time la función de representar. Peirce distingue la
"aplicación demostrativa" de un signo de su "función representati-va".
Una es real, la otra, simbólica. La aplicación demostrativa de un sig-no
es el hecho, para ese representamen, de estar ligado a su objeto, ya
sea directa o indirectamente dado su vínculo con otro signo. En cuanto a
la función representativa, es algo que el representamen es, no en si
mismo o en una relación real con su objeto, sino respecto de un
pensamiento que lo interpreta o, según la expresión de Peirce, respecto
de un interpretante.
Ese objeto, así definido, no es un
objeto-cosa: el objeto es la parte objetual del signo peirceano. Es el
representamen el que determina el objeto; no se trata de un objeto-cosa
que "desprende" o "brinda" un representamen. Es posible resumir la
semiótica peirciana en una semiótica del objeto, tomando la acepción de
objeto como aquello que el signo representa. La confusión que a veces
aparece es que dado el carácter amplio de la semiótica resulta muy útil
para hacer referencia a obje-tos-cosas entendidos como materiales, tales
como un banquito, un jean
o una estatua. Todo consiste
entonces en precisar el término objeto. La semiótica encontrara su
objeto no solamente en los objetos-cosas sino también en cualquier
objeto, alcanzando así a las ideas, las palabras, etc.
Según la
primera definición, la "fácil", el signo o representamen es lo que
reemplaza algo en determinado aspecto. Se dirige a alguien, es decir, no
crea en la mente de esa persona un signo equivalente sino su
interpretante. Este interpretante es, también, un signo. No es
equiva¬lente al representamen, no es igual, es más desarrollado que
este. En un sentido muy amplio, podría decirse que el interpretante no
es otra cosa que el sentido del signo, definición tal vez cómoda, pero
imprecisa. Una hipótesis que parece mas interesante es la que ve el
interpretante como otra representación referida al mismo objeto. En un
proceso de semiotizacion, el signo resulta rigurosamente mediatizado por
este tercer termino interpretante para provocar una respuesta del lado
del destinatario. ¿Cual es la naturaleza del interpretante? En sentido
más estricto ahora, el interpretante vendría a ser la relación
paradigmática entre un signo y otro signo. Un signo no es signo a menos
que pueda traducirse a otro signo mas plenamente desarrollado. En otras
palabras, es siem¬pre y al mismo tiempo un signo para otro interpretante
y participa en consecuencia de una dinámica: la semiosis ilimitada.
Semiosis ilimitada
"Dado
que todos los pensamientos son signos, se sigue que todos los
pensamientos deben dirigirse ellos mismos a otros pensamientos, puesto
que tal es la esencia del signo."6
Cuando Peirce habla de
"pensamiento que interpreta", con la pala¬bra pensamiento no designa a
un sujeto pensante, sino directamente a un pensamiento o conocimiento, a
una idea, de algo que exista o no. Dijimos que todo pensamiento es un
signo. El interpretante de un signo es entonces otro signo que requiere
el mismo otro signo interpretante, sin que sea posible, al parecer,
detenerse en un interpretante final. Peirce afirma que "todos los
pensamientos-signos son interpretados por los pensamientos-signos
siguientes, salvo el caso del fin brutal de todo pen¬samiento en la
muerte". Quiere decir que, si el sujeto de la lógica, el ser humano,
desaparece, la serie de los signos se quiebra; pero en esta muerte el
ultimo signo habría tenido un signo subsecuente, un
6. Peirce, La ciencia de la semiótica, ob. cit.
44 45
Interpretante.
Esta inferencia de Peirce es un silogismo, casi una bro¬ma. No es final
el representamen, ni el objeto, ni el interpretante. En-tender la
semiosis en "pasos" responde, ya lo dije, a un modelo de pensamiento
pragmático. No son finales el representamen, el objeto ni el
interpretante porque la relación tríadica no se da de "a pasos". Lo que
es final es la vida, que ha llegado a su término.
Inevitable
la idea: un Tercero, el interpretante. El representamen es la instancia
de la representación; el objeto es la instancia de lo referencial,
aquello que el representamen expresa; el interpretante es la instancia
de lo imaginario, de la relación "indecible" entre un representamen y su
objeto. Indecible porque si es "dicho" se trata de otro representamen
de otro objeto en virtud de otro interpretante y así, así, así... en la
semiosis ilimitada.
Debemos señalar que en la época victoriana, lo
tríadico, la idea de un orden tercero, es una obsesión para muchos
pensadores. Por ejem¬plo, Nicola Tesla (1856-1943) era obsesivo con la
numerología deriva¬da de la combinación del numero 3 que aplicaba a
todos los ordenes de su vida cotidiana. Incluso Peirce publica hacia
1910 una desmentida oficial de su afición "adictiva" a las tricotomías.
Pero Peirce no fue ni el primero ni el ultimo en establecer relaciones
tríadicas. Una de las más significativas es la concepción de Dios. Como
Trinidad, para la religión católica: un Primero, el Hijo, que se hace
representamen en el nombre del Padre, su objeto, en virtud de un
Tercero, el Espíritu Santo, el interpretante.
ESPIRITU SANTO (3°)
PADRE (2°) HIJO (1°)
Acá
tenemos un representamen que se refiere a "su" objeto en vir¬tud de un
interpretante. Ese interpretante es como un signo más am¬plio que el
representamen: tiene la naturaleza de un pensamiento. Si una parte de
ese pensamiento es expresado, se convierte en representamen que
determinara "su" –otro– objeto en virtud de otro interpretante. El mundo
pensado es un mundo de signos. Cada sig¬no es a la vez interpretante e
interpretado. Interpretante del que antecede, e interpretado por el que
sigue.
Una primera síntesis
El
signo tríadico definido por Peirce es un signo cuya producción de
sentido o semiosis se debe a la relación de tres instancias. Lo
Pri-mero, la cualidad sensible, es el representamen, que se refiere a un
Se-gundo, al existente, "su" objeto, en una relación en la que resulta
Son
también conceptualizaciones tríadicas las tópicas de Freud: yo, ello,
superyó; consciente, pre consciente, inconsciente, en cuya dinámica en
cada caso las tres instancias quedan involucradas. En el pensamiento
lacaniano, los tres registros, las tres "dimensiones" son: lo simbólico
del orden del representamen, lo real del orden del objeto y lo
imaginario del orden del interpretante.
IMAGINARIO (3°)
REAL (2°) SIMBOLICO (1°)
Las relaciones entre el representamen y el (su) objeto
De
acuerdo al pensamiento tríadico, Peirce propone clasificar la
diversidad de los signos a partir de las relaciones triples en las que
son capaces de integrarse. Como cada fanerón es susceptible de una
triada, Peirce establece las relaciones triples del representamen, del
objeto y del interpretante. Tomaremos las del representamen:
EN REIACION CON Si MISMO EN RELACION CON EL OBJETO
EN RELACION CON EL INTERPRETANTE
Es
importante notar que lo que estamos señalando como semejan¬za es en
gran medida un sistema de convenciones, pues tendemos a naturalizar los
códigos de percepción.
Lo icónico también se puede plantear en un
nivel más abstracto, como en el de las palabras. Las onomatopeyas, las
exclamaciones, que, en la semiología de Saussure son la excepción al
carácter arbitrario del signo, debido a que hay mucho de motivado en
ellas, son signos de carga icónica fuerte para Peirce, en virtud del
grado de imitatividad que las constituye.
El índice
Sobre
la base de la relación referencial, es decir, en relación con el
objeto, distingue también tres (siempre tres) variedades fundamen-tales
del signo: el icono, el indice y el símbolo.
El icono
(Del griego eikon: imagen). Es el signo que se refiere al objeto en virtud de sus características propias.
Por
ejemplo, el plano de una casa. La representación de la casa "vale" por
la casa (esta en lugar de...) en virtud de una similitud de hecho. Entre
el icono y su referente existe una relación cualitativa. El icono
presenta una o varias cualidades del objeto al que se refiere. Según el
grado de imitatividad de esas cualidades, Peirce clasifico los signos
icónicos en imágenes, diagramas metáforas.
• ICONO
IMAGEN: es aquel signo que comparte con el objeto al que representa
cualidades simples, por ejemplo, la fotografía. El representamen as "may
similar" al objecto.
• ICONO DIAGRAMA: los que representan las
relaciones de proporción entre sus partes como análogas a las del
objeto. Por ejem¬plo un molde, un plano, un mapa, una maqueta.
•
ICONO METAFORA: cuando se trata de alguna propiedad que esta
representada en paralelismo con el objeto. Por ejemplo, la es-critura
ideográfica.
La pintura es un ejemplo que puede servir a
cualquiera de las tres clasificaciones anteriores. Cuando la obra
reproduce lo mas fielmente posible lo real se tratara de imágenes,
cuando represente un orden mas abstracto, de metáforas, y las
situaciones intermedias serán diagramas.
Es el signo que se refiere al objeto que denota en virtud del hecho de estar afectado por este.
El
índice se encuentra en una relación de contigüidad existencial con el
objeto denotado. Peirce agrega que resulta imposible encon¬trar un
índice totalmente puro como también resulta imposible en¬contrar un
signo desprovisto de cierta cualidad imitativa, pues es imposible pensar
un signo sin un entorno o un contexto en el que signifique. Por lo
tanto, estará determinado por la experiencia o por las reglas
convencionales.
Son ejemplos de índices:
La posición de las agujas en los relojes analógicos.
Su objeto: la hora.
La posición de la sombra en un reloj de sol.
Su objeto: la hora. Los truenos.
Su objeto: lloverá.
La medición hecha con un termómetro:
Su objeto: el valor de la medición.
El humo del cigarrillo.
Su objeto: alguien fuma.
Insisto
sobre la propiedad del índice de coexistir con el objeto al que
representa. Puede ser simultaneo, anterior o posterior a esa
exis-tencia, pero siempre esta, estuvo o estará en relación de
contigüidad con el. Si la calle esta mojada es índice de que ha llovido;
las gotas que aparecen en un parabrisas, son índice de que esta
lloviendo; la presión atmosferica baja, el cielo nublado, etcétera, son
índice de que lloverá. La semiótica es una actividad detectivesca. En
general, los signos
que encuentra Sherlock Holmes son
índices: barro, cenizas de ciga-rrillo, impresiones digitales. Al
respecto, recomiendo el texto El signo de los tres.7 Como "reglita
mnemotécnica", para no confundirse, sugie-ro vincular los índices con
indicio y no con indica, puesto que todos los signos indican.
El símbolo
Es un signo que se constituye como signo por el simple hecho de ser utilizado como tal.
Etimológicamente
la palabra símbolo designa "cosas puestas jun-tas". La palabra griega
symbalein significa "convención" o "hacer contrato".
Una primera
definición posible de símbolo es aquel signo que no es ni icono (no es
similar), ni índice (no es contiguo), al objeto. Por lo tanto, su "razón
de ser" estar en "otro lado": en la convencionalidad. Dice Peirce:
"Todo el razonamiento mental se hace con símbolos". Todas las palabras,
los números, logotipos, cualquier representación material convencional,
son símbolos. Por ejemplo: la palabra paz y la paloma de la paz. Nada
hay similar (icono) ni contiguo (índice) entre la palabra paz con la paz
como objeto. Nada hay similar (icono) ni contiguo (índice) entre la
paloma con el ramito de olivo, con la paz como objeto.
Las
palabras son símbolos, pero esto no significa que no tengan a veces una
importante carga icónica o indiciar. Por ejemplo, la pala¬bra cielo
representando el firmamento es claramente un símbolo. La expresión
"¡cuidado!" para prevenir un accidente esta en relación de contigüidad
con su objeto "prevenir el accidente"; por lo tanto es un símbolo con
una fuerte carga indicial. Y la palabra "¡Ja!" es un símbolo muy similar
a su objeto "la risa"; es entonces un símbolo con fuerte carga icónica.
Según Román Jakobson, la preocupación de Peirce por distinguir en cada
signo la presencia de las tres funciones —icónica, indicial y simbólica—
está ligada a una parte de la tesis fundamental peirceana en la que
sostiene que "los signos mas perfectos son aque¬llos en los cuales el
carácter icónico, indicial y simbólico están amal¬gamados en
proporciones lo mas iguales posibles". Aparece aquí, una vez más la
naturaleza lógica de su definición.
Un ejemplo
Un
marino, naufrago, hace señales de humo, intentando, según su
interpretación, que su mensaje sea: "no tengo comida". Un avia¬dor que
vuela por la zona interpreta: "hay habitantes aquí". El avia¬dor supone
que las señales de humo tienen un carácter comunicativo, pues advierte
en ellas una intencionalidad, que lo lleva a pensar que en esa isla no
se ha producido un incendio espontaneo. Es decir, la intencionalidad que
advierte en el mensaje es indice de un ser huma-no que lo emite. Si no
hubiera advertido esa intencionalidad, juzgaría al incendio como
espontaneo.
De todos modos no codifica igual que el marino
naufrago, no dirá que el humo dice "hay habitantes aquí", sino que el
humo se parece a las señales que tienen ese significado. Bien, esas
señales de humo, que suponen un código, son índice de que las produce un
ser humano. En ese primer umbral de la semiotica,8 suponer códigos de
un mensaje en una isla que se supone deshabitada puede ser interpretado
como un pedido de ayuda.
Al aviador le han ensenado un código de
señales de humo que no recuerda exactamente; pero, según el, esas
señales como símbolo, res-ponder a una convención que quiere decir "hay
habitantes aquí". Distinta es la convencionalidad para el marino
naufrago: el expresa y quiere expresar "No tengo comida", otro símbolo.
El aviador le grita que lo rescatara. El marino no quiere ser rescatado,
solo quiere comi¬da. Lo grita, pero el aviador no lo oye. Hábil, el
marino dibuja con humo un plato de fideos, un icono.
7. Eco, Umberto y Sebeok, Thomas A. (1989) : El signo de los tres. Dupin, Holmes, Peirce, Barcelona, Lumen.
50
8. Eco, Umberto (1986): La estructura ausente, Barcelona, Lumen.
51
Estos textos pertenecen a: Sexe, Nestor (2001), diseño.com. argentina: Paidos
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